El artista en huelga de hambre
‘Luis Manuel Otero Alcántara se está muriendo en Cuba’
El artista disidente cubano Luis Manuel Otero Alcántara lleva más de seis días en huelga de hambre y está débil.
Mundo / 01.05.2021 | 08:20
La huelga de hambre y sed que comenzó Luis Manuel Otero Alcántara en La Habana llegó ayer viernes a su sexto día.
El artista, acosado por la policía política del régimen, reclama la devolución de sus obras, sustraídas tras un allanamiento y una indemnización por las que fueron destruidas. El gobierno cubano no responde a sus pedidos y arrecia la represión de artistas, periodistas y activistas en la isla.
En un comunicado este viernes en la tarde el Movimiento San Isidro aseguró que Otero Alcántara ya no puede sostenerse en pie. “Enix Berrio Sarda, su tío, quien acaba de visitarlo, cree que posiblemente no llegue a mañana”, dijeron.
El movimiento de artistas e intelectuales 27N pidió solidaridad con el artista.
“Está muriendo Luis Manuel Otero Alcántara y con él está muriendo la libertad que él simboliza. Nosotros lo queremos vivo. Y lo necesitamos, para construir con él y con su luz la Cuba que nos aguarda. No vamos a permitir más muertes ni olvidos”, dijo el movimiento en un comunicado.
Tania Bruguera, una de las más prominentes artistas de la isla y miembro del 27N, fue detenida este jueves cuando salía de su vivienda acompañada por Amaury Pacheco e Iris Ruiz en solidaridad con Otero Alcántara. Le fue impuesta una “medida cautelar de detención domiciliaria”, denunció.
Luis Manuel Otero Alcántara se ha convertido en los últimos años en uno de los artistas contestatarios más conocidos en Cuba. Sus acciones han irritado al gobierno, que suele dedicarle horas de críticas en los medios estatales sin posibilidad de réplica. Una huelga de hambre anterior acabó con el allanamiento de su vivienda y una manifestación sin precedentes en el ministerio de cultura de Cuba.
Decenas de artistas, periodistas y activistas cubanos han sido detenidos en las últimas horas para impedir que vayan a la vivienda de Otero Alcántara, a quien el monopolio de telecomunicaciones, Etecsa, le corta el servicio de telefonía móvil y navegación en internet.
“No voy a deponer la huelga de hambre y de sed”, dijo Luis Manuel Otero Alcántara en un Facebook Live a través de su muro de Facebook este jueves desde su vivienda, en su quinto día de huelga de hambre y cuarto de sed.
“Prefiero morir así en este estado, porque si no voy a seguir saliendo. Y el régimen ya me dijo que no me van a permitir salir más. No voy a emigrar. Emigrar para mí no es una solución”, dijo Otero Alcántara.
“No quiero verme muerto en un calabozo por dos personas que mandaron a que me molieran a golpes. Ellos [el régimen] son una máquina de taladrarte la cabeza con psicólogos”, añadió.
Otero Alcántara, visiblemente delgado y con la voz entrecortada, dijo que las puertas de su casa están abiertas para aquellos amigos que decidan despedirse de él. Añadió que no desea morir, pero que si el régimen no cede a sus reclamos, entre los cuales está una disculpa pública del gobierno, llevará la huelga hasta las últimas consecuencias.
“Si no soy capaz por mis derechos no soy capaz de luchar por el derecho de nadie”, añadió.
La subversión de las golosinas en el país del azúcar
La libertad de conciencia que reclama Luis Manuel Otero Alcántara en sus obras no solo atemorizó a los comisarios del régimen cubano; también desencadenó uno de sus más viles actos represivos.
La policía política cubana, en una turba ha invadido su vivienda, ha robado las obras de arte colgadas en las paredes y las ha destruido en plena calle.
¿Y qué cosa “temible” puede haber en esas obras de arte de Luis Manuel Otero Alcántara para que, en medio de la peor crisis económica desde los años 90 y bajo este rebrote mortífero de COVID-19 donde se llama a los confinamientos, el Ministerio del Interior envíe autos patrulleros y tropas disfrazadas como civiles para desaparecerlas?
Pues algo tan “peligroso” como dibujos de confituras. La subversión de las golosinas en el país del azúcar. Sin textos ni panfletos, sin acusaciones ni denuncias. Solo líneas y trazos de colores planos, vívidos, como remedo del dibujo de cualquier niño que añora, que desea, que sueña, que extraña, que aparentemente se conforma con sustituir un placer por otro, en acceder con la vista a aquella golosina que no puede disfrutar con el paladar.
Como cuando representa en las dos dimensiones de un papel todo aquello a lo que aspira en las dimensiones infinitas de su realidad personal, inmediata: la familia unida en armonía, la casita con flores y árboles, la mascota para jugar, el auto o la bici para pasear, el mar, los barcos, un helado de su sabor favorito, en fin, lo que supone no debería faltarle para ser feliz en ese espacio que con la edad irá aumentando, poco a poco, hasta abarcar un país, el planeta, el universo.
Esas carencias y aspiraciones, tan desgraciadamente nuestras, son las que dibujó Luis Manuel Otero, y a esa libertad de conciencia que pudiera despertar con su arte es a lo que temen los comisarios políticos.
Caramelos, barras de chocolate, gomas de mascar, representaciones de unos dulces y marcas comerciales que hoy se han convertido en símbolos de cuán deshumanizadas, discriminatorias y clasistas son las decisiones económicas del Partido Comunista en Cuba, y de cuán fracasado ha sido su proyecto social durante más de medio siglo.
Sumamente patético, triste, es nuestro devenir. El país que alguna vez, en sus mejores momentos, estuviera entre los grandes productores de azúcar en el mundo, además de importante exportador de cacao y frutas tropicales, hoy no es capaz de producir la más humilde confitura para sus niños.
La mínima producción que aún mantiene el régimen en sus dos o tres fábricas con tecnología obsoleta, más lo importado, se vende como artículos de lujo exclusivamente en esa red de tiendas —la única abastecida con regularidad y en abundancia— donde no vale la moneda en la cual los cubanos reciben sus salarios.
De modo que disfrutar de una confitura en Cuba es privilegio de unos pocos, así como fumarse un “habano” en la “tierra del mejor tabaco del mundo”, comer pescados y mariscos, beber agua de coco y construir un bohío en una isla tropical, vacacionar en Varadero, incluso hasta la ridiculez de vestir una camiseta con la imagen del Che Guevara porque solo se venden en dólares en las tiendas para turistas.
Las golosinas de Otero Alcántara se convierten así, más que en una representación de objetos y placeres perdidos, en el intento de recuperar y preservar desde el arte un trozo más del país que nos hemos dejado arrebatar bajo la promesa jamás cumplida de que vendrán “tiempos mejores”.
También pudieran ser el retrato de nuestras ingenuidades como pueblo, pero no quiere decir esto que ellas, en su “dulce candidez”, por lo que puedan sugerir o aparentar, sean en realidad “ingenuas”. Sus mensajes han sido tan directos, fuertes, incómodos y estremecedores que despertó la soberbia, provocó el arrebato e hizo que el régimen se mostrara como en realidad es a toda hora.
Fuente: Ernesto Pérez Chang
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